La soledad pertenece a las obras teatrales bastante absurdas, ya que los actores carecen de público. Hay veces que actuamos como si hubiese un telón abierto en frente.
Pero cuando nos quedamos quietos observamos que no hay nadie ahí abajo, ni siquiera el acomodador. Entonces bajamos a las butacas para ver el escenario, y de igual manera, cuando miramos para arriba, no hay nadie. Es en estos momentos precisamente cuando lamentamos no poder compartir semejante dramatización.
Pero cuando nos quedamos quietos observamos que no hay nadie ahí abajo, ni siquiera el acomodador. Entonces bajamos a las butacas para ver el escenario, y de igual manera, cuando miramos para arriba, no hay nadie. Es en estos momentos precisamente cuando lamentamos no poder compartir semejante dramatización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario